AYUDA AL ESCRITOR EN SU TINTA

Cuando un autor se decide por fin a escribir su primera obra, lógicamente lo primero que le preocupa es conseguir que se publique. Escribimos nuestra primera obra con mucho afán, ilusión, esfuerzo y sacrificio. Pero ante todo, ilusión. Y esto puede cegarnos un poco. Una vez escrita, buscamos editorial que nos la publique y claro, a ser posible una editorial que tenga cierto nivel. Y lo que nos encontramos es que apenas se molestan en leerla, incluso en ocasiones, ni siquiera nos contestan. Sencillamente, están saturados de escritores noveles que quieren publicar y no están por la labor ni de arriesgar con nuevos autores ni de perder el tiempo leyendo obras que a buen seguro, para ellos, no merecen su atención.

Es entonces cuando nos decidimos por la autopublicación, colgando nuestro escrito en formato electrónico para venderlo a través de la red, o bien publicando mediante una de las muchísimas editoriales de autopublicación que existen en internet. Y uno de los graves errores que se cometen, a mi entender, es que ofuscados por publicar, no le hemos dedicado realmente todo el esfuerzo que se merece nuestra obra, aunque creamos que sí. Me refiero a la imagen y presentación de nuestro texto, especialmente a su corrección. Y voy a intentar ser lo más claro y preciso, usando términos fáciles de entender, sin recurrir a terminologías que posiblemente nos suenen a japonés. A fin de cuentas, tampoco yo soy un licenciado en lengua y literatura.

Como es lógico, uno empieza a escribir sin ser una eminencia literaria y con un conocimiento del lenguaje bastante simple y común. Tampoco somos maquetistas (los que se encargan de maquetar el texto, es decir, darle forma adecuada para que quede estético, proporcionado, legible, con sus espacios blancos proporcionados, etc., etc.), ni muchísimo menos, correctores; para corrector, creemos que es suficiente con el automático que nos proporcionan los programas de texto, generalmente Word. Es decir, escribimos como mejor podemos y nos parece, confiando en que la editorial, como así debe ser, se encargará de todo eso. Y ahí comienza nuestro gran error.

Cuando nuestra obra llega a la editorial con la que soñamos publicar, es posible que abran el archivo para echarle un vistazo. Pero si lo que ven es una redacción deficiente, ni siquiera se molestarán en ver más. Lo desecharán y seguramente no pierdan el tiempo ni en responder a su correo. ¿Que por qué, si la obra es buenísima? Muy fácil. Imagine que usted solicita los servicios de, por ejemplo, una niñera; y llama a su puerta una joven desaliñada, mal vestida, con toscos modales y a la que se le nota que ni siquiera se ha lavado la cara esa mañana. ¿De verdad que le haría una entrevista para ver si es apta para cuidar de sus hijos? La primera impresión que nos causa una cosa es la más importante. Si no es buena, no habrá una segunda oportunidad, somos así por lo general. Usted puede ser el mejor mecánico del mundo, pero si se presenta en un taller buscando trabajo con un aspecto andrajoso y desagradable, ni siquiera le entrevistarán para constatar qué tan buen mecánico es.

Pero es que si finalmente decidimos autopublicar, como es normal, subimos nuestro texto tal cual está para que de forma automática nos lo conviertan a formato electrónico y ¡ya está! ¡Hemos publicado, por fin! Entonces, llega un lector, se descarga la obra, comienza a leerla y, si está acostumbrado a leer al menos de forma habitual y empieza a encontrarse con constantes faltas de ortografía, frases imposible de saber cuándo empiezan y cuándo terminan, párrafos que no acaba de entender porque su estructura no está bien expresada ni definida, renglones en blanco o espacios blancos sin sentido, etc., etc., pues es muy posible que entonces, dicho lector, se agote de tener que hacer tantos esfuerzos para entender qué es lo que está leyendo y no siga adelante y, desde luego, no crea que alguna vez vaya a volver a intentar leer algo suyo, ni que le recomiende.

Y en el caso de que optemos por una de esas editoriales que nos ofrecen autopublicar sin ponernos muchas trabas, tenemos más de lo mismo. Gran parte de esas editoriales solo buscan hacer negocio con esa enorme cantidad de nuevos autores que, gracias a la facilidad que existe actualmente, están deseosos de ver su obra publicada ya sea en formato electrónico o en papel. Algunas de esas editoriales son buenas y fiables, personalmente creo que son las menos, pero otras no tanto, hay de todo. A usted corresponde buscar, indagar y valorar antes de decidirse. Buena parte de ellas, como digo, se aseguran únicamente de no tener pérdidas y para ello, usted, el autor, es quien corre con todos los gastos y asume todos los riesgos, poniendo en juego su propio dinero o el que le ofrezcan terceras personas. Si luego la obra no se vende a la editorial le trae sin cuidado, pues sus ganancias ya han sido cubiertas desde el principio. Por eso, ¿qué necesidad tienen de corregir su obra y adecuarla para quede bien? Usted confía en que como es una editorial, ellos se encargarán de hacer todo eso (algunos prometen hacerlo pero luego no lo hacen) y cuando ve su obra publicada, resulta que la han dejado tal cual usted la dejó. Sin la más mínima corrección, o con tan solo la que hace cualquier corrector automático.

Imagine entonces que le llega, por ejemplo, su primer ejemplar en papel y usted lo abre con toda la ilusión del mundo y se encuentra con una obra sin corregir, sin maquetar, sin arreglar ni nada de nada, o con un escaso mínimo. A usted al principio le da igual, su obra ya está tangible, es su sueño hecho realidad. Pero después no. Sobre todo cuando se da cuenta de que amigos y familiares (los primeros a los que acudimos para que compren un ejemplar y lo lean), aunque no le dicen nada, se les nota que a la hora de dar su opinión, son un poco esquivos. Si tiene suerte, alguien que le aprecie profundamente, le dirá la verdad y usted se desilusionará , claro está. Y es que una obra, por muy buena que sea, si no está bien cuidada en su imagen, puede resultar un auténtico fracaso. Es como el ejemplo de la niñera o el mecánico.

Pero no se desanime, todo esto tiene solución, y muy fácil. Basta con no descuidar la debida atención que se merece su escrito y dedicarle el tiempo que sea necesario, antes de mandarla a ninguna editorial o de autopublicarse. Sí, ya sé que usted está convencido de que la repasó y corrigió bien, yo también lo estaba cuando imprimí mis primeros ejemplares. Pero créame, a buen seguro no es así.

No voy en este post a darle un cursillo de todo cuanto debe tener en cuenta o debe hacer, simplemente quiero hacerle ver lo importante de que su obra esté bien acabada y no lo deje en manos de otros, aunque realmente haya otros que lo vayan a hacer. Sí le voy a dar algunas ideas para que las tenga en cuenta, si así lo desea, basándome en las obras de autores noveles que han caído en mis manos, mi propia experiencia y los hábitos que he ido creando a medida que he ido escribiendo mis obras una tras otra, siempre con la intención de mejorar, mejorar, volver a mejorar y seguir mejorando (ya he dicho que yo tampoco soy ningún catedrático). Por ejemplo:

1.- Deténgase durante una temporada a ojear distintas publicaciones de editoriales de al menos cierto calado y observar cómo están maquetadas y escritas: las páginas blancas de cortesía que se suelen dejar al principio, dónde se colocan los créditos, las dedicatorias, los prólogos, los índices, la distribución de la numeración de las páginas, si llevan o no titulares en la cabecera de las páginas, cómo se encabezan los capítulos si hablamos de una novela, la distribución de los márgenes blancos de las páginas, los tipos de letra que suelen usarse, el tipo de alineado (a la izquierda, al centro, a ambos lados), etc., etc. Básicamente, hágase una idea general de las posibles combinaciones de cómo dejar un texto «maquetado», es decir presentado. Luego, haga lo mismo en cuanto al texto en sí y el modo en que se representa cada apartado. Es decir, qué tipo de guion se usa en cada caso (guion largo para las conversaciones, por ejemplo), cuándo usar un punto y seguido y cuándo un punto y aparte, las comas, el punto y coma, los signos de puntuación (a veces no sabemos si debemos usar una exclamación o una interrogación, especialmente cuando en una frase se intenta expresar ambas cosas, es decir una pregunta lanzada al mismo tiempo como una exclamación), etc., etc.

Y también, además de leer, fíjese en cómo se han descrito los escenarios, las escenas, los hechos, las conversaciones y en cómo discurre la trama, cómo se va desarrollando (cada autor utiliza distintas fórmulas).

Son estas algunas de las cosas más frecuentes en las que solemos caer, como por ejemplo, no saber muy bien dónde colocar las comas, o esa repetición incesante de una misma palabra o término de forma insistente. En definitiva, antes de empezar a escribir, empápese de cómo escriben los demás, no solo leyendo sus historias, sino observando en el detalle, cómo escriben, cómo redactan, cómo describen, etc. Al final usted tendrá su propio estilo, pero empiece creando el hábito de hacer las cosas bien desde un principio. Así luego le costará menos.

2.- Tenga siempre a mano el diccionario de la Real Academia Española (RAE). Antes esto era engorroso, pues había que tener un voluminoso ejemplar del mismo junto a la máquina de escribir, pero hoy día, a la par que escribimos en el ordenador, podemos tener abierto el navegador en la página web de la RAE para poder consultar rápidamente cualquier duda:

https://dle.rae.es/

No se fíe del corrector automático. Usted puede haber escrito mal una palabra y el corrector no detectarlo, porque se limita a comprobar si la palabra existe en su base de datos o si está mal escrita o no, pero, ¿qué ocurre cuando algunas palabras están igualmente bien escritas tanto si llevan acento como si no lo llevan? El adverbio «cómo», se acentúa si es interrogativo, pero no lo hace cuando es de modo. Y eso depende de la frase y su contexto, cosa que el corrector automático no tiene en cuenta. Lo mismo ocurre con el pronombre personal de la segunda persona, «tú», que lleva acento (Tú eres el mejor). Pero que no lo lleva cuando es un posesivo (Ese es tu coche). Hay mucha gente que no los distingue.

El siguiente manual puede serle de mucha ayuda:

https://www.uv.es/normas/2011/materiales/Signos_2011.pdf

No tiene que leérselo todo ni mucho menos memorizarlo, por supuesto, pero sí puede acudir a su índice para buscar aquello que le interese o que tenga dudas. Y recuerde siempre que un texto lleno de faltas de ortografía, además de que en algunos casos pueda hacer difícil de entender un párrafo por la confusión que produce, es ante todo no ya un indicativo del nivel cultural del autor (que también), sino algo mucho peor: su dejadez y falta de amor por su propia obra. Porque un buen autor no tiene por qué ser de un alto nivel cultural, pero sí debe ser consciente de su capacidad y preocuparse y asegurarse de que alguien lleve a cabo la tarea necesaria para que su obra quede en condiciones mínimamente aceptables. Para eso están los profesionales cuyos servicios se pueden contratar por cualquiera.

4.- Musicalidad. Sí, por llamarlo de alguna forma. La música de fondo de una película nos ayuda a involucrarnos en la misma, nos prepara para el momento, nos hace vibrar con la acción, resalta los sentimientos en cada escena, eso lo sabemos todos, ¿no es cierto? Pues con la lectura ocurre algo similar, no importa si leemos en voz alta o lo hacemos mentalmente, las palabras son sonidos y como todos los sonidos, producen una musicalidad, ya sea física o mental. Procure que su texto provoque una música armoniosa, que no resulte estridente o monótona. ¿Un ejemplo? Ahí va:

«El soldado vio que por su derecha se acercaba un enemigo a gran velocidad y vio también que otro hacía lo mismo por la izquierda. Vio acercarse la sombra de un tercero por detrás suya y vio que no tenía escapatoria. Lo pensó por un segundo y vio que su única salida era luchar hasta morir.»

¿Qué tal? ¿Ha notado algo? Veamos ahora el mismo texto, narrando lo mismo, pero con algunas variantes:

«El soldado descubrió un enemigo a su derecha acercándose a gran velocidad, al tiempo que otro lo hacía por la izquierda. La sombra delatora de un tercero por su espalda le hizo entender que no tenía escapatoria y le bastó un segundo para comprender que su única salida era luchar hasta la muerte.»

¿Aprecia las diferencias? ¿Nota la musicalidad en uno y otro texto? ¿Verdad que no suenan igual? La constante repetición de un mismo vocablo puede resultar hiriente. Y esa musicalidad también influye en nuestra mente y nuestros sentimientos cuando leemos.

4.- Las exclamaciones. No hay ninguna ley que le prohíba escribirlas y expresarlas como a usted mejor le parezca, pero sea decoroso con ellas, no vaya a estropear la escena. A veces me he encontrado con textos algo fuera de órbita, exclamaciones del tipo:

«—¡Aaaayyyyyy, qué carita más linda tiene mi niñaaaaa, que reeeeguapa eeeeeeesss…!»

En el contexto de una novela cómica hasta resulta gracioso y nos ayuda a conseguir el propósito de la obra: hacernos reír. ¿Pero se imagina lo mismo en un drama, en una escena de tragedia?

«—¡Socorrooooooo, que me han atado a las vías del treeeeeen, que me quieren mataaaaaar, sálvenmeeeeeee…!»

¿En serio que no le rompe la magia del drama y la tragedia? Cree el ambiente adecuado, explique simplemente que la víctima gritaba desesperada y deje que sea el lector quien se imagine qué y cómo gritaba.

5.- Lea y relea una y otra vez su obra, que no le dé pereza. Vaya siempre a la búsqueda y captura del error. Plantéese a cada instante qué puede mejorarse. Imagine que es usted el lector e intente ver cómo se siente leyendo su propia historia. Y cuando se haya cansado de leerla y no encontrar nada, désela a alguien de confianza para que lo haga. De confianza quiero decir alguien que sepa que no se va a limitar a «dorarle la píldora», ya me entiende; alguien crítico de verdad.

Con su obra así, puede que aún le queden cosas por pulir, pero al menos estará bastante presentable y dispuesta para ponerla en escena ante una buena editorial, un agente literario o cualquier sistema de autopublicación. Es obvio que siempre habrá algo que se pueda mejorar, alguna errata que se ha pasado por alto, eso ocurre hasta en la mejor de las publicaciones. Pero no es lo mismo ver una dama o un caballero bien vestidos para una gala aunque tengan una pequeña manchita en la solapa o el borde del vestido, que verlos ataviados con harapos.

Y en fin, hay muchas más cosas, pero como he dicho al principio, no pretendo dar un cursillo, sino simplemente llamar la atención sobre algunas de las cosas que considero más importantes y en las que principalmente solemos caer los autores noveles. Sirva este post aunque solo sea como aviso de referencia para pensarse dos veces el correr demasiado llevados por el ansia de publicar y démonos un tiempo para hacer las cosas bien. Si entiende usted de cocina o tiene buen paladar, sabrá que un buen cocido sabe mucho mejor a fuego lento que a toda prisa. Y muchas gracias por su atención.

José Salieto

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